Blogia
........... SAUCE Y OTRAS LOCALIDADES CANARIAS .............. ........... En el año del Bicentenario

“El adulto mayor: una visión desde Toledo”.

“El adulto mayor: una visión desde Toledo”.

Toledo. En Sesión realizada el 17 de setiembre del corriente, en la Junta Departamental de Canelones, el señor edil Danilo Onesti, se refirió al tema: “El adulto mayor: una visión desde Toledo”.
Los que llevamos algunos años encima y podemos decir que hemos vivido un poco comenzamos a reflexionar, entre tantas cosas, sobre nuestra propia condición. El ser humano transita la vida como llevado por la corriente de un río: al principio, torrentoso e impulsivo, lleva sus aguas desde las fuentes, cayendo entre las quebradas; su furia le hace arremeter contra las rocas del camino, algunas se mueven y otras, más inmutables, lo desvían partiendo sus aguas. Con el correr de los kilómetros ese río, que asemejo con la vida, ya con más agua y menos velocidad, ha alcanzado su madurez, baña sus riberas con menos ímpetu dejándose acariciar de vez en cuando por las hojas de algún sauce, mojando también los troncos de un ceibo. Al fin, cuando está por terminar su recorrido para encontrarse con el mar infinito, al igual que el viejo, es caudaloso, lleno del agua de la experiencia y de la vida, lento, pausado, sin ningún apuro. Tan sencilla parece la vida y sin embargo a veces se nos puede tornar hostil y dolorosa, especialmente cuando, como el río, recorremos los últimos kilómetros, porque es difícil ser viejo. Es difícil reconocer al viejo como tal porque su sola presencia nos recuerda lo que seremos algún día y remueve, a veces, nuestro ser egoísta. ¡Qué difícil se le hace a nuestra sociedad moderna comprender esa instancia de la vida! ¡Qué difícil le resulta a una sociedad hedonista, adoradora de la perfección física, los dones de la juventud y el poder personal, aceptar que hay personas, prójimos, familiares, padres, madres, tíos o abuelos que no cuadran ya con los beneficios de esas virtudes, tan solo porque han vivido quizá demasiado para el gusto de muchos! Y así van las cosas. Se rompen progresivamente los compromisos personales, los lazos de amor y afecto. El que ayer fue un padre fuerte y protector se convierte, día a día, en un viejito chocho. Una madre que ha protegido y criado a una generación de hijos pasa a ser una abuelita que molesta al paso impetuoso de los que vienen atrás, ansiosos de conseguir lo que la sociedad les dicta, que por supuesto no incluye el cuidado de nuestros viejos queridos, porque sin que nadie se diera cuenta han perdido su lugar en la vida. Pero pensemos ahora en un escenario mucho menos desagradable. Pensemos en aquellas familias que sí han reconocido en sus mayores, en sus viejos, a los constructores de sus vidas y familias. Pensemos en aquellos abuelos que se sienten amados y pueden amar a sus seres queridos en un entorno familiar favorable. Ellos también sufren porque son alcanzados por la incomprensión de la sociedad en general, que los recluye en
su hogar. ¿Incomprensión? Quizá debí decir indiferencia. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, en el siglo XX se produjo un incremento de la longevidad humana. En los últimos cincuenta años, gracias a los avances en los conocimientos médicos y tecnológicos, la esperanza de vida al nacer ha aumentado en todo el mundo en unos veinte años, hasta llegar a los sesenta y seis. Aproximadamente un millón de personas llega a los sesenta años todos los meses, y el ochenta por ciento de ellas habita en los países en vías de desarrollo. ¡Qué problema grande tenemos todos! En las antiguas sociedades el viejo ocupaba un lugar preeminente. Toda la literatura antigua, los relatos y descripciones de milenarias culturas ubican al viejo en el lugar del anciano consejero, y en América, en el papel del chamán, viejo sacerdote cargado de una sabiduría curadora. Ellos eran los encargados de transmitir los conocimientos de manera oral, de generación en generación. Dirán ustedes que el mundo ha cambiado. Sí, el mundo sí, sin lugar a dudas, pero la condición humana no. Los ancianos siguen siendo ancianos, siguen siendo merecedores de todo nuestro respeto, consideración, afecto y especialmente atención. Sin embargo no parece ser así. Como la misma familia en oportunidades lo excluye, la sociedad entonces cierra sus espacios para aquel que, al parecer, ha vivido demasiado. Uruguay, con una baja tasa de natalidad y con más recursos médicos, ha prolongado la vida de muchos compatriotas, ha multiplicado a sus ancianos. Muchos de ellos, sin embargo, están engrosando la fila de los pobres. Pobres no sólo económicamente, pobres en derechos personales, ya que la sociedad teje su trama sin dejar espacios para un sector tan particular y cada vez más numeroso como es el de nuestros viejitos o, como se les llama hoy día, nuestros adultos mayores, que no es un mal término en la medida en que es una definición académica más. Pero esta realidad –la de ver a los mayores lentamente quedarse atrás y ser excluidos de la vida social— es una preocupación de todos, incluso de las autoridades, naturalmente. La Organización Panamericana de la Salud ha aconsejado trabajar en la promoción de salud en todas las etapas del ciclo vital para permitir un envejecimiento saludable...

1 comentario

JOAQUIN -

MUY BUENA NOTA SENSIBILIZADORA PARA HACER REFLEXIONAR.